Leónidas Da Silva fue el primer gran crack de color del fútbol brasileño junto a Domingos Da Guía. El paso del tiempo y la leyenda hacen que sea considerado el Pelé de los años 30 y 40.
Jugaba de delantero y marcó muchísimos goles de bicicleta, que es como llaman en Brasil al arte de la tijera. Eduardo Galeano escribió sobre él en el Fútbol a sol y a sombra que “tenía el tamaño, la velocidad y la malicia de un mosquito”. También Marcos de Castro, en su libro Gigantes do Futebol Brasileiro, le dedicó unas líneas para describirle como ”un humilde de los barrios pobres cariocas que ayudó a proyectar el fútbol marcándole una fase nueva, creando malicias nuevas, dándole dimensiones nuevas”.
Disputó el mundial de Italia de 1934 estrenándose en Génova contra España, que también hacía su debut oficial en una Copa del Mundo de la FIFA. Era el 27 de mayo y los españoles, con Lángara y Zamora en plan estrelar, se llevaron el duelo por un claro 3-1. Cuatro años más tarde, en el Mundial de Francia, se alzó con el trofeo de máximo goleador gracias a sus ocho dianas. Allí le regalaron también el apodo con el que se ganaría la posteridad: “el diamante negro”.
Sobre Leónidas y su idilio con el gol está todo escrito, pero tal vez poca gente sepa que pudo cambiar la historia del fútbol español en general y del F.C. Barcelona en particular.
Esta es la historia. El 6 de enero de 1932 El Mundo Deportivo de Barcelona abría su edición con este titular:
“Ayer debieron embarcar en Río de Janeiro rumbo a Barcelona Jaguaré y el fenómeno Leónidas Da Silva”.
Jaguaré era un portero que había fichado el Barcelona procedente del Vasco da Gama en 1931 y que tuvo de volver a su país para arreglar los papeles y no ser sorteado para el servicio militar. En el viaje de retorno, una vez resueltos sus asuntos castrenses, se le esperaba en compañía de Leónidas. A su llegada, el 21 de enero contó lo siguiente:
“Leónidas vendrá a principios de febrero. Debe jugar en el Buonsucceso un partido que le dedican de beneficio y despedida. Por esta causa debió quedarse. Embarcará el 25 y llegará en la primera quincena del próximo mes”.
Durante la conversación le acompañaba Fausto Dos Santos, un medio centro de silueta fina y piel aceitunada, que también pertenecía al Barcelona. Este fue un poco más allá con las cualidades del Diamante Negro:
“Están apenados en Rio porque se marcha. Es una maravilla sorteando con la pelota. Dribla como pocos jugadores y chuta fortísimamente con los dos pies. Tiene 19 años”.
Dos Santos y Jaguaré fueron los primero brasileños firmados por el F.C. Barcelona, pero ninguno de ellos debutaría en partido oficial.
Leónidas tampoco llegaría nunca a Barcelona, y del Bonsucceso pasaría a Peñarol de Montevideo (1933) primero para volver a Brasil y jugar en todos los equipos importantes del país: Vasco da Gama (1934), Botafogo (1935), Flamengo (1936) y San Pablo (1942).
Murió el 24 de enero de 2004.
Jugaba de delantero y marcó muchísimos goles de bicicleta, que es como llaman en Brasil al arte de la tijera. Eduardo Galeano escribió sobre él en el Fútbol a sol y a sombra que “tenía el tamaño, la velocidad y la malicia de un mosquito”. También Marcos de Castro, en su libro Gigantes do Futebol Brasileiro, le dedicó unas líneas para describirle como ”un humilde de los barrios pobres cariocas que ayudó a proyectar el fútbol marcándole una fase nueva, creando malicias nuevas, dándole dimensiones nuevas”.
Disputó el mundial de Italia de 1934 estrenándose en Génova contra España, que también hacía su debut oficial en una Copa del Mundo de la FIFA. Era el 27 de mayo y los españoles, con Lángara y Zamora en plan estrelar, se llevaron el duelo por un claro 3-1. Cuatro años más tarde, en el Mundial de Francia, se alzó con el trofeo de máximo goleador gracias a sus ocho dianas. Allí le regalaron también el apodo con el que se ganaría la posteridad: “el diamante negro”.
Sobre Leónidas y su idilio con el gol está todo escrito, pero tal vez poca gente sepa que pudo cambiar la historia del fútbol español en general y del F.C. Barcelona en particular.
Esta es la historia. El 6 de enero de 1932 El Mundo Deportivo de Barcelona abría su edición con este titular:
“Ayer debieron embarcar en Río de Janeiro rumbo a Barcelona Jaguaré y el fenómeno Leónidas Da Silva”.
Jaguaré era un portero que había fichado el Barcelona procedente del Vasco da Gama en 1931 y que tuvo de volver a su país para arreglar los papeles y no ser sorteado para el servicio militar. En el viaje de retorno, una vez resueltos sus asuntos castrenses, se le esperaba en compañía de Leónidas. A su llegada, el 21 de enero contó lo siguiente:
“Leónidas vendrá a principios de febrero. Debe jugar en el Buonsucceso un partido que le dedican de beneficio y despedida. Por esta causa debió quedarse. Embarcará el 25 y llegará en la primera quincena del próximo mes”.
Durante la conversación le acompañaba Fausto Dos Santos, un medio centro de silueta fina y piel aceitunada, que también pertenecía al Barcelona. Este fue un poco más allá con las cualidades del Diamante Negro:
“Están apenados en Rio porque se marcha. Es una maravilla sorteando con la pelota. Dribla como pocos jugadores y chuta fortísimamente con los dos pies. Tiene 19 años”.
Dos Santos y Jaguaré fueron los primero brasileños firmados por el F.C. Barcelona, pero ninguno de ellos debutaría en partido oficial.
Leónidas tampoco llegaría nunca a Barcelona, y del Bonsucceso pasaría a Peñarol de Montevideo (1933) primero para volver a Brasil y jugar en todos los equipos importantes del país: Vasco da Gama (1934), Botafogo (1935), Flamengo (1936) y San Pablo (1942).
Murió el 24 de enero de 2004.
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