Vaya por delante que "Biutiful" es una de las películas más duras que he visto en mi vida. Aconsejo ir a verla con la digestión hecha.
La única sonrisa que provoca ese angustioso viaje a lo más bajo de la condición humana sale de la boca de un niño, el hijo de Uxbal (Javier Bardem), cuando mediada la proyección pronuncia el nombre de Samuel Eto'o. El camerunés, que vino a buscarse la vida en España en pantalones cortos, debutó en nuestra liga un sábado de diciembre de 1998 jugando con el Real Madrid de Hiddink en la montaña mágica de Montjuic. Esa noche ingresó en el terreno de juego en el minuto 66 sustituyendo a Davor Suker. Tal vez en ese momento, en otra parte de la ciudad, Uxbal estaba viendo el partido ante los merengues. Porque es precisamente en Barcelona donde está ambientado este relato de perdedores de Alejandro González Iñárritu. Uxbal es otro buscavidas al borde del abismo que habita con sus dos hijos un cuchitril en la parte más oscura y siniestra de la Ciudad Condal. Entre putas, yonquis, inmigrantes ilegales, paletas corruptos y traficantes de cualquier cosa aparecen unos cuantos guiños al RCD Espanyol, equipo en el que jugó cedido media temporada El León Indomable: un póster del equipo perico Campeón de Copa, una bandera de rayada azul y blanca y la media donde el protagonista esconde los beneficios de sus trapicheos.
Sin embargo, en el tiempo de la película Samuel Eto'o ya goleaba para el otro equipo de la cuidad, el FC Barcelona. El niño le pregunta a una inmigrante senegalesa acogida por las circunstancias entre esas cuatro paredes por el pequeño que está amamantando:
- ¿Cómo se llama?
- Samuel – responde ella.
- ¿Por Samuel Eto'o?
- Sí, su padre era del Barcelona.
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