lunes, 30 de noviembre de 2009

El Profeta del Gol y mucho más

Tal día como hoy de hace 137 años, se jugó el primer partido internacional de selecciones nacionales entre Escocia, que actuaba como local en Hamilton Crescent y la poderosa Inglaterra. El partido, que fue presenciado por tres mil espectadores terminó con un insulso empate sin goles a pesar de que los escoceses utilizaron un 2-2-6 y los ingleses su clásico 1-1-8.

A lo largo de estos años han sido muchos los que han innovado con mayor o menor fortuna en los sistemas de juego y sus nombres nos vienen a la cabeza casi sin quererlo.

Empezando por Sir Herbert Chapman y su inolvidable WM, pasando por Bela Guttman, el Mago Helenio Herrera, Rinus Michels y su Naranja Mecánica hasta llegar a Arrigo Sachi y el imparable AC Milán de finales de los ochenta y principios de los noventa.

Pero si hay un personaje cuyo mensaje ha calado hondo en nuestros días, ese no es otro que Hendrik Johannes Cruijff, vamos, el Johan Cruyff que todos conocemos.

Llegó dos veces a Barcelona para terminar con la tiranía del Real Madrid y en la primera, vestido de corto, lo logró a medias.

Tuvo que ponerse del otro lado, como director técnico, para transmitir su filosofía del fútbol y del deporte, que al fin y al cabo es la de la vida en general.

Ayer, que fue Día de Clásico en España, me desayuné un zumito y cruasán con café mientras ojeaba El Dominical de El Periódico que traía a la portada al Profeta del Gol:

JOHAN CRUYFF, El maestro se reinventa.

Tengo que reconocer que me encontré con este suplemento de casualidad, y más que nada porque el Marca estaba ocupado.

No era el típico reportaje deportivo de toda la vida, o sí, pero de otro tipo, otra forma de ver el deporte desde la Fundación y el Instituto que llevan su nombre, algo así como el deporte visto desde el lado de la Sociología.

Resulta que Johan se reunió con sus antiguos compañeros del Ajax y se enteró que algunos de ellos que habían tocado la gloria con él andaban repartiendo bultos con una furgoneta o conduciendo taxis por las calles de Amsterdam.

Allí nació la idea de la Fundación y el Instituto desde donde busca dar una salida para que los deportistas de élite sepan afrontar el repentino apagón de los flashes.

Hay un extracto del texto que resume a la perfección esa filosofía:

“El deporte te enseña a compartir y a integrar. Aprendes a confiar en ti mismo y a valorar que el esfuerzo es la recompensa”.

Este lema debería estar presente en el ideario de cualquier técnico de base que se precie y debería estar grabado con letras de oro en las paredes de los vestuarios de estas categorías.

No tengo dudas de que esto es lo que se enseña en La Masía, porque ese, lo estamos viendo ahora, es el legado más preciado que el holandés le ha dejado al Barςa, más allá de tripletes, champions o goleadas en el Bernabeu.

“Salgan y disfruten”, así de sencillo, y así de complejo a la vez.

Pero para llegar hasta aquí tuvo que acontecer una historia excepcional.

Ocurrió cuando Cruyff jugaba la liga profesional norteamericana defendiendo los colores de los Diplomats:

…Fue en Washington, en 1980, cuando un hecho le dejó una huella imborrable que tal vez no fue capaz de advertir, una semilla de la que brotó el espíritu más solidario de alguien que siempre ha ido por libre. La visión le llegó a una edad curiosa: 33 años. El hijo de unos vecinos tenía Síndrome de Down. Siempre estaba sólo, mirando cómo los otros niños jugaban. Ahí estaban todos sonrientes, siendo simplemente niños, mientras él se sentía día tras día más lejos, más distinto, menos niño. Un día, Johan decidió cruzar la barrera y dar un paso que todos hemos tenido la ocasión de dar alguna vez y no siempre damos. Se le acercó y empezó a dar unos toques con él. Le enseñó a chutar y a cabecear. Ese partido ya no se detuvo. En cuanto llegaba a casa, el chico estaba esperándole con el balón bajo el brazo. Hasta que al volver de un desplazamiento, Cruyff vio una de esas imágenes que nunca ha olvidado y que hoy todavía recuerda con emoción. “Ahí estaba él jugando al fútbol con el resto de los niños del barrio. Me di cuenta de que un chico que, hasta entonces estaba marginado, en unas semanas había cambiado por completo su vida gracias al deporte”.

Yo hace años que soy fiel al evangelio de El Holandés Volador pero, si he de ser sincero, algunas veces he sido un poco escéptico.

Desde ayer vuelvo a creer a pies juntillas en su doctrina.

Fuentes:
• Dominical El Periódico
• www.fundacioncruyff.org
• www.taringa.net

jueves, 26 de noviembre de 2009

Aquel 6 de junio de 1970 en el Camp Nou


Cuando hizo sonar el silbato y señaló con el índice el punto fatídico, los jugadores del equipo propietario se abalanzaron sobre él y le hicieron corrillo.

Hubo amagos de abandonarlo todo, palabras malsonantes y algún que otro zarandeo que casi lo hace girar sobre el tapete.

Cuentan incluso que Zabalza le plantó los cinco dedos de la palma en el pecho.

- ¡¡¡ Dos metros¡¡¡ ...¡¡¡dos metros fuera del área¡¡¡

Sonó como un latigazo aquel grito al unísono de todo el equipo, pero no hubo rectificación.

- Penalty, lo he visto claro. Ha sido penalty y no se hable más.

Y salió corriendo hacia los once metros para cobrarse el castigo que ejecutaría Amancio sobre la estirada de Reina.

Luego Eladio, el capitán esa noche, le enfrentó a pocos centímetros, y el suelo empezó a balancearse bajo sus pies.

- Madridista, eres es un madridista y no tienes vergüenza.

Cartulina ... roja por supuesto.

No hubo más porque ahí se murió aquel partido de copa ante el Real Madrid, en el que Emilio Carlos Guruceta Muro intentó hacer creer a todos los barcelonistas en un penalty que nunca existió... o tal vez sí.

En su imaginación.

(Relato leído el viernes 27 de noviembre de 2009 en La Deporteca de Radio Marca)

viernes, 13 de noviembre de 2009

El alma de La roja


Tengo unas ganas terribles de ver la última película de Santiago A. Zannou.

La primera fue un hallazgo y ésta, que va de fútbol, espero que sea algo parecido.

Supongo que hablará de las Olimpiadas de Amberes, de la furia, de Belauste , de “¡a mí Sabino que los arrollo¡”, del Divino Zamora, de Pepe Samitier, de Pichichi, del gol de Zarra, de Matías Prats, de Franco Gemma, de la bola que nos dejó fuera del mundial, de la primera Eurocopa, del gol de Marcelino en el Bernabeu, de la Araña Negra, del Pequeño Maracaná de Belgrado, de Juanito, de Rubén Cano, de Katalinski, del no gol de Cardeñosa, del ridículo en el mundial de Naranjito, de Poli Rincón, de Santillana, de Bonello, del 12-1 a Malta, del Benito Villamarín, del gol de José Angel de la Casa y Juan Señor, de Platini, de Arconada, de Maceda, de Miguel Muñoz, del Parque de los Príncipes, de Butragueño, de Querétaro, del penalti de Eloy, del otro no gol de Míchel a Brasil, de “me lo merezco”, de Stojkovic, de los Juegos de Barcelona, de Vicente Miera, de Kiko, de Abelardo, de Berges, de Clemente,de la falta de Bakero a Schmeichel en el Sánchez Pizjuán, de Julio Salinas, del pase de Goicoechea a la red, de Tassotti, de Luis Enrique y su tabique, de Nigeria, de la cantada de Zubi, de los penaltis de Raúl, del gol en el descuento de Alfonso, de las camisas sudorosas de Camacho, de los cojones, de la Plata de Sidney, de Al Ghandur, de Iñaki Sáez, de Zapatones , de los cuartos de final, de Iker, del Niño Torres, de la Eurocopa de Austria, pero por encima de todo supongo que hablará de setecientos hombres con sus historias de laurel y fracaso a lo largo de cien años de Selección Española.

Que sea eso y no un mal vodevil como el del Centenario de la Federación.

martes, 3 de noviembre de 2009

Un sinsentido


En la madrugada del sábado Fernando Cáceres, el que fuera zaguero central de River, Zaragoza y Celta entre otros, fue tiroteado a las afueras de Buenos Aires, en Ciudadela, cuando viajaba en su vehículo particular.

Cuatro individuos lo asaltaron para quitarle el coche, un BMW de color negro, y le pegaron un balazo en el ojo que le mantiene en coma inducido y con una bala alojada en el cerebro.

Se teme por su vida.

Curiosa la paradoja argentina.

Hasta hace nada los pibes menos favorecidos soñaban con evadirse de la penuria dando patadas a la calva en cualquier potrero de mala muerte.

Entretanto veían al Negro Cáceres por televisión levantando Copas del Rey y Recopas o ganando Copas de América con la albiceleste.

El había llegado a dónde muchos sueñan y pocos alcanzan.

Tal vez por eso era buen trofeo para esos indecentes de apenas quince años.

No se sabe si eran dotados para el juego, ahora eso poco importa.

Ellos escogieron la opción más radical y fulminante de escabullirse de la miseria.

Empuñar un arma de nueve milímetros y balear al primero que asomase la cabeza con algo de plata en los bolsillos.