jueves, 24 de febrero de 2011

24 de febrero de 1993

El 24 de febrero de 1993 un delantero con muy malas artes le partió la cintura a uno de los mejores defensores de todos los tiempos. Un cáncer de colon que se tiró posteriormente al hígado le hizo el regate más cruel y mediocre de toda su carrera deportiva. A los 51 años de edad, joven, muy joven todavía, el bicho doblegó a Bobby Moore, capitán de la selección de Inglaterra que ganó la Copa del Mundo de 1966. En aquella interminable y polémica final ante la RFA (4-2 tras prórroga), Moore tuvo una actuación inmaculada que coronó casi sin aliento abriéndose paso por los 39 escalones (no los de Alfred Hitchcock) que separaban el pasto de Wembley de la Copa Jules Rimet. Allí arriba le esperaba, en las manos la Reina de Inglaterra, un trofeo que había sido robado días antes y que fue rescatado milagrosamente por un  perrito llamado Pickles. La casa donde el fútbol empezó recibía por fin al hijo pródigo.
Los que no le vimos jugar le recordamos por su aparición, siempre elegante, en "Evasión o Victoria"  junto a otros ases de la pelota como Pelé, Ardiles o Deyna.
Un auténtico gentleman inglés, en la vida, en el cine y sobre todo en el terreno de juego.
Afortunadamente podemos recrearmos tantas veces como queramos con este soberbio pase que el soldado Terry Brady (Bobby Moore) le puso a Luis (Pelé) para anotar la tijera más más grande jamás vista en un campo de fútbol: INOLVIDABLE.

martes, 22 de febrero de 2011

23 F de fútbol

El 23 de febrero de 1981 es uno de los días más importantes en la historia de España. Esa fecha, el Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, acompañado por 200 números más del Instituto Armado, irrumpía en el Congreso de los Diputados:”Quieto todo el mundo”, gritó, mientras en el hemiciclo se escapaban algunas ráfagas de ametralladora. Eran las 18:23 horas de la tarde. La broma le costó al recordado picoleto 30 años de prisión. Casi al mismo tiempo y en Valencia, el Capitán General Jaime Milans del Bosch se sumaba al golpe de estado y sacaba los blindados a la calle. A este también le cayeron 30 años a la sombra.
La cosa ya se sabe como terminó, pero a día de hoy sigue sin estar del todo claro quién o quienes enviaron a Tejero a poner en jaque a la democracia y a la Corona. Todo esto y un poco más aparece resumido a modo de cómic en el suplemento Magazine que el Diario El Mundo puso en los quioscos el domingo pasado. Merece la pena archivarlo para tener a mano un capítulo fundamental de la memoria contemporánea de este país.
Pero aquí estamos para hablar de fútbol y el 23 de febrero se celebran algunas efemérides que merece la pena recordar.
Por ejemplo la muerte de dos de los futbolistas sin cuya aportación este deporte no sería lo que es ahora mismo : Telmo Zarra y Stanley Matthews.
El primero falleció el 23 de febrero de 2006 víctima de un paro cardiaco después de haber anotado más goles que nadie en España. Él sólo se hizo con 6 premios Pichichi y sus 38 goles en una temporada liguera sólo han sido igualados una vez por el mexicano del Real Madrid Hugo Sánchez.
Suyo fue el gol más importante de La Roja (entonces llamada La Furia) hasta que Marcelino primero, y Torres e Iniesta después, se sumaron con sus dianas a un honor tan mayúsculo.
El segundo falleció el 23 de febrero de 2000 después de haber jugado más que nadie. El primer Balón de Oro (1956) fue para esta especie de Chaplin en calzones cortos.
Ambos coincidieron en un campo de juego durante el Mundial de Brasil de 1950, donde España consiguió acabar en cuarto lugar. Los nuestros cayeron en el Grupo II junto a Chile, Estados Unidos e Inglaterra. El primer partido ante los americanos se resolvió casi al final con dos goles de Basora y otro de Zarra. El 25 de julio en Maracaná esperaban los inventores del juego con Sir Stanley Matthews a la cabeza. Venció España con gol de Zarra, sí, el famoso gol de Zarra que comentaba antes y que cantó durante un minuto largo Matias Prats.
Ese gol sirvió para que el presidente de la Federación, Armando Muñoz Calero, dijera aquella mítica frase que las malas lenguas dicen que le supuso el cargo: “Hemos vencido a la pérfida Albión”.
Imagino que Don Juan Carlos gritaría algo parecido al salir de aquel grotesco y chusco atolladero del 81.

lunes, 21 de febrero de 2011

El cromo de Everaldo

Ayer, por fin, pude ver “El año que mis padres se fueron de vacaciones”, película dirigida por Cao Hamburger y que fue seleccionada en 2007 para representar a Brasil los Premios Oscar en la categoría de “Mejor película en habla no inglesa”.
En España se estrenó en agosto de 2009 después de cosechar rotundos éxitos en los festivales en los que había sido proyectada.
Los ojos de Mauro, un niño de 12 años, muestran las dos caras del país carioca en 1970: el que vivía aprisionado bajo la suela de la dictadura militar y el que se liberaba momentáneamente cuando el equipo nacional saltaba al terreno de juego.
El primero es el que obliga a los padres de Mauro a huir y dejarlo a cargo de su abuelo paterno. La repentina muerte de éste hace que la comunidad ítalo-judía del barrio del Bom Retiro de Sao Paulo se haga cargo del niño mientras espera el regreso de sus padres de esas largas vacaciones antes de que ruede la pelota en la Copa del Mundo de México 1970.
Sus preocupaciones se centran entonces en saber por qué no pueden jugar juntos Tostao y Pelé (Tostao, Gerson, Rivelino, Jairzinho y Pelé era la delantera de seda) en la punta de la verdeamarela y en conseguir el cromo de Everaldo para terminar su colección mundialista.
Casi al final de la cinta hay una secuencia memorable: mientras llueven goles en el Azteca en la final entre brasileños e italianos, Mauro camina por las desiertas calles de Sao Paulo con la camiseta del número 10 de Pelé buscando la respuesta a sus preguntas y comprende entonces por qué su padre siempre llega tarde a todos los sitios y qué significa la palabra exiliado.

viernes, 18 de febrero de 2011

"El genio de Sibenik" en Radio Marca

La mayor ilusión de sus padres era que el niño les saliera músico.
Por eso, en cuanto tuvo edad le calzaron una guitarra y le reservaron plaza en el conservatorio.
No se le daban mal los pentagramas, pero a esas edades tan tiernas los amores son fugaces y pronto cambió las doce cuerdas por la pelota de color naranja.
Y eso que un galeno le había diagnosticado una cojera irreversible si no abandonaba de inmediato la práctica deportiva.
La culpa era de una malformación en la cadera.
Aquel médico era un genio, y el chiquillo lo sería más tarde.
Se llamaba DRAZEN PETROVIC y a partir de aquel dictamen empezó a dar recitales todas las noches.
Pero una tarde de junio, día siete bordeando las agujas las 17:20, un camión marca Mercedes impactó de forma brutal contra el vehículo en el que viajaba y su talento, su magia, su pasión por este deporte y esos gestos irrepetibles se apagaron para siempre.
Han sido muchos como él los que tampoco pudieron fintar a ese taciturno rival llamado destino.

(Relato leído el viernes 18 de febrero de 2011 en La Deporteca de Radio Marca)

martes, 15 de febrero de 2011

Adiós Tristeza

Enrique Urquijo murió malherido por el dolor en un portal de la Calle Espíritu Santo del madrileño barrio de Malasaña el 17 de noviembre de 1999. Ese día Lorenzo Sanz cesaba a John Benjamin Toshack y elegía a Vicente Del Bosque para reconducir a un equipo que más tarde levantaría ante el Valencia La Octava en el Stade de France de París. Por su parte la selección de Camacho caía en Sevilla ante la Argentina de Bielsa con dos goles de Kily González y Mauricio Pochettino.
Había nacido el 15 de febrero de 1960 en el barrio de Argüelles, en un ambiente familiar que marcaría su vida y la de sus tres hermanos.
Diez años después de su muerte, Manuel de la Fuente escribía en ABC estas líneas llenas de emoción:
"Cuando en la barra de tu bar (podía ser el Penta, la Vía, el Honky) ya ves demasiados vacíos a derecha e izquierda, cuando en el futbolín de tu vida hay demasiados muñecos rotos, sólo y sólo entonces te has hecho viejo... Aquel anochecer de noviembre nos hicimos viejos de repente. Bebimos hasta perder el control. Aquel día de noviembre, el futbolín de nuestra vida perdió otro titular. Sus canciones ahí, valen para un roto del alma, para un descosido de las entrañas. Desde el fondo del penúltimo bar tres versos vuelven a desmadejarnos el corazón: He muerto y he resucitado. Con mis cenizas un árbol he plantado, su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado."
Hoy, que sería su cumpleaños, le seguimos echando de menos, como ayer, como mañana, como el resto de los días de la vida...


lunes, 14 de febrero de 2011

14 de febrero de 1999

El Día de los Enamorados de 1999 cayó en domingo y las cenas románticas a la luz de las velas quedaron como segunda opción para muchos. El plan de los futboleros era decírselo con fútbol, porque ese día se jugó en el Camp Nou de Barcelona el Clásico número 69 de nuestra liga del que salió vencedor el F.C. Barcelona por un inapelable 3-0.
Se adelantaron los locales con gol de Luis Enrique al poco de empezar y luego llegaría la expulsión de Roberto Carlos por una violenta entrada sobre Luis Figo. A partir de ahí la cosa fue coser y cantar, y más aún cuando los delanteros culés encontraron la vía de agua en la defensa merengue formada por los Tres Tenores, Fernando Sanz, Iván Campo y Manolo Sanchís. Con esos puntos el equipo de Van Gaal abría una brecha  de seis con el segundo clasificado, que entonces era el R.C.D. Mallorca. Sin embargo el partido pasó a la historia por la locura colectiva que se apoderó del país para conseguir una parabólica y el abono a Canal Satélite Digital, que por primera vez, emitía el partido en la modalidad de Pay per View.

domingo, 13 de febrero de 2011

Papá, el entrenador

Algunos padres educan a sus hijos diciéndoles que sean buenas personas, que vayan al colegio y saquen buenas notas, que no beban cosas raras y que vuelvan puntuales a casa. Luego les piden que se apunten al equipo del barrio, que jueguen siempre en el equipo titular, que no hablen con los árbitros y encima que metan muchos goles a ver si viene a buscarlos algún equipo de primera...Y los padres responden cada mañana de sábado portándose como energúmenos en la grada, opinando de todo lo que ignoran, llamándole hijoputa al que pita, inútil al que los cuida y los prepara durante la semana y, como hoy, dándose de ostias en la grada con el vecino del quinto. Estas cosas ocurren en el fútbol de inferiores con más frecuencia de la que sería recomendable.
Pero la relacción entre el cabeza de familia y su vástago no siempre es así. En el cortometraje CAMPEONES (1997) de Antonio Conesa, el realizador le da la vuelta a la tortilla para mostrarnos el lado más amable del asunto paterno filial. Para Carlos Marañón, director de Cinemania, es la mejor película de fútbol de la historia. Está ambientada en abril de 1971 durante la última jornada del campeonato liga.
Juegan en Sarriá el R.C.D. Espanyol y el Valencia C.F. dirigido por Don Alfredo Di Stéfano. El Valencia dependía de sí mismo para salir campeón pero los chés caen por 1-0 con gol de Lamata. Mientras, en el Manzanares, el Atlético de Madrid recibe al F.C. Barcelona y todo lo que fuera victoria rojiblanca es sinónimo de título. Así lo cuenta Don Alfredo en el libro de Enrique Ortego "Alfredo Di Stéfano: Historia de una leyenda":
"Nos marcó el gol Lamata, un delantero centro que había sido precisamente del Atlético. El Espanyol corrió ese día como nunca. Tenía prima por partida triple. Nos contaron después del encuentro que el Atlético les había ofrecido 300.000 pesetas, el Barcelona otras 300.000 pesetas, más la prima que tenían de su propio club, que también era de una cantida parecida porque el Espanyol no quería bajo ningún concepto que pudiera ganar la liga el Barcelona y no vea como corrían..."
Se enciende la radio del majestuoso 1500 en la Casa de Campo de Madrid, arranca CAMPEONES:

1º PARTE



2º PARTE

sábado, 12 de febrero de 2011

12 de febrero de 1809

Charles Robert Darwin (12 de febrero de 1809 – 19 de abril de 1882)
La semana pasada el camarada Aivan comentaba aquí mismo que la muerte de Luciano Re Cecconi era digna de un Premio Darwin. No le faltaba razón. Estos premios se otorgan a personas que, en edad legal para conducir y sin padecer retraso mental, pierden su vida de una forma tan estúpida como la del mediocampista italiano. Por lo general se entregan a título póstumo, pero hay algunas excepciones que son dignas cada año de una Mención Honorífica del jurado porque el protagonista sobrevive de puta casualidad a su asombrosa falta de sensatez.
Y aquí es donde entra el fútbol. El apunte de Aivan me refrescó la memoria devolviéndome tan nítida como entonces la imagen de un futbolista que causó pavor en los terrenos de juego británicos durante las dos últimas décadas. No, no se trata de Vinnie “Crazy Gang” Jones ni de un hijo futbolista de Nobby “Nosferatu” Stiles. La criatura se llama Duncan Ferguson y nació para repartir leña el 27 de diciembre de 1971 en Striling (Escocia). Se hizo profesional con apenas dieciocho años en el Dundee United (1990-1993) y enseguida llamó la atención de los equipos más pudientes. Los mandarinas no pudieron retenerle y lo vendieron por cuatro millones de libras al Glasgow Rangers (1993-1994). De ahí pasó al Everton (1994-1998) por otro pastizal (800 millones de pesetas que le convirtieron en el jugador más caro en la historia de la Premier en ese momento), hasta que Ruud Gullit se agarró a él como un clavo ardiendo cuando era entrenador del Newcastle para reflotar un equipo que iba cuesta abajo y sin frenos. Las urracas pagaron por sus servicios siete millones de libras, un dineral en la época. En St James' Park no tuvo suerte y fue devuelto por la mitad del traspaso al Everton donde alcanzaría la categoría de leyenda. Pero en Goodison no fue mitificado por goles antológicos sino por su entrega y sus métodos expeditivos dentro de las cuatro líneas de cal. Habitual en cualquier trifulca o rifirrafe, el tanque escocés patentó su genuina forma de saltar de cabeza siempre con los codos por delante. Ferguson jugaba de delantero, era un nueve británico de los de toda la vida, con la calidad justa pero con unas dimensiones similares a las de un armario empotrado. Al abrigo de sus casi dos metros de estatura y sus ochenta y tantos kilos de peso tocaba de primera y de vez en cuando la metía entre palos. Tenía un aceptable juego al primer toque y era difícil quitarle la pelota por las buenas y por las malas era misión imposible. Utilizaba con la misma destreza  los codos y los pies. Duncan Ferguson era un tipo con malas pulgas, una mala burra y por eso en sus dieciséis años de carrera se convirtió en un habitual en las libretas de los colegiados: fue expulsado ocho veces con tarjeta roja y le mostraron más de setenta cartulinas amarillas. Se ganó a pulso apodos como Duncan Disorderly o Drunken Ferguson. Aún así llegó a ser internacional con su país.
Sin embargo su desamueblada cabeza le hizo visitar varia veces los tribunales de justicia.
En 1993 quedó en libertad condicional por agredir a un desconocido en un hotel. Tenía veintiún años, y a pesar de que seis meses antes había sido juzgado y condenado por un hecho similar, el juez prefirió no meterlo entre rejas esperando que así pudiera dar un giro en su vida. Craso error. Un pescador sufrió su ira poco después y el 16 de abril de 1994, jugando con el Rangers, le partió la nariz de un salvaje cabezazo a John McStay, del Raith Rovers. La avería fue de esas que hacen pupa, pues fueron necesarios más de treinta puntos de sutura para reconstruir el tabique del infeliz deportista. Fue condenado a tres meses de cárcel por un tribunal de Edimburgo aunque realmente sólo pasaría a la sombra cuarenta y cuatro días. Se convertía así en el primer futbolista profesional en cumplir condena por un delito cometido en el terreno de juego. Luego tuvo vacaciones forzosas durante doce partidos de liga.
Con esta miserable hoja de servicios, a todos se nos iría enseguida de la cabeza la idea de intentar quitarle algo a Big Dunc. A todos menos a Michael Pratt y Barry Dawson, que en su afán por opositar a los Premios Darwin, asaltaron en 2001 la casa de Ferguson con tan mala suerte que la bestia estaba agazapada dentro en ese momento. Dawson dijo aquello de “piernas para que os quiero”  y consiguió ganar la calle, pero Barry fue placado por el delantero centro que lo pateó por todo el cuerpo hasta la extenuación. Tuvo que ser ingresado después de la tocata y tras pasar tres días en el hospital la recompensa les llegó a estos dos desgraciados con la Mención Honorífica “At Risk Survivor” en los Darwin de ese mismo año. Se lo merecían. Era imposible encontrar dos imbéciles de mayor calibre.

viernes, 11 de febrero de 2011

11 de febrero de 1965

Silvio Espina Rey fue un industrial español del aceite, gran aficionado al fútbol, que presenció en 1956 un partido R.C.D. Espanyol-F.C. Barcelona sobre un campo impracticable por culpa del barro y de la lluvia. Ese día asomó a su cabeza la idea de una superfie que mantuviera sus características inalteradas bajo la lluvia torrencial, nevadas a cielo abierto o vientos huracanados. Un tapete en el que se pudiera pelotear y ligar pases sin importar si el encuentro se jugaba en invierno o en verano. Pasó dos años de trabajo incansable hasta que se apareció ante sí el caucho, y tras muchas probaturas, halló el compuesto adecuado. Realizó un molde para que, habiendo aire por debajo en unos agujeros, la flexibilidad y condiciones fueran casi iguales a las de una buena hierba. Contruyó una pista experimental en los bajos del Camp Nou donde practicó Jesús Garay que fue sus ojos en este camino a ciegas.
Había nacido para el mundo el césped artificial y lo había hecho en España. Aquello que entonces fue calificado como una utopía es hoy una realidad de la que se benefician infinidad de equipos de con muchos niños a los que enseñar el oficio de futbolista.
El 11 de febrero de 1965 partió camino de Milán donde se interesaron fervientemente por su idea para alicatar el maltrecho sembrado de San Siro.

miércoles, 9 de febrero de 2011

10 de febrero de 1995

Dicen los aficionados más veteranos de Bilbao que Jesús Garay fue el mejor defensa central de la historia del Athletic Club. La primera vez que oí hablar de él fue leyendo sobre su traspaso del botxo al F.C. Barcelona a principios de los sesenta por seis millones de pesetas de la época. Con ese dineral se contruyó la Tribuna Norte de San Mamés, llamada de La Misericordia y conocida popularmente como Tribuna Garay.
Se le considera el primer defensa libre de nuestro fútbol y hoy en día se le recuerda como el Franz Beckenbauer español.
Yo me acuerdo de su nombre cada domingo cuando rodeo El Gran Bilbao por la circunvalación y en medio de la metrópoli asoma imponente el enorme arco blanco de la tribuna principal que se une con la Garay en la esquina de la calle Rafael Moreno Pichichi.
Jesús Garay Vecino falleció en el hospital de Basurto el 10 de febrero de 1995 víctima de una afección cardiaca.

9 de febrero de 2007

Puede que a estas alturas de la vida haya alguien que no sepa todavía que el futbolín nació en Barcelona.
Fue durante la Guerra Civil Española en el Hospital de la Colonia Puig de Montserrat.
Un refugiado gallego de nombre Alejandro Campos Ramírez (fallecido en Zamora un 9 de febrero de 2007) lo maquinó y un carpintero vasco que respondía a la voz por Francisco Javier Altuna plasmó en madera el terreno para la contienda y torneó igualitos todos los muñecos.
Los niños mutilados por el plomo de la sinrazón pudieron así sentirse futbolistas a su manera mientras los ungüentos iban poquito a poco sanando las heridas.
Pero quedaba dar un paso más y, unos años más tarde, en la misma ciudad y sobre un terreno de verde natural, varias piezas de la idea original de Campos Ramírez decidieron aperarse de la barra de metal para jugar con una Pelota de Oro.
El resto de la historia está por escribir...

viernes, 4 de febrero de 2011

4 de febrero de 1977

Luciano Re Cecconi fue un futbolista italiano que se asomó en el Foggia (1969-1972) antes de hacerse un hueco en la historia del S.S. Lazio (1972-1977). Era el típico mediocampista todoterreno de la época, con un disparo decente y una gran predisposición para el trabajo defensivo. Le conocían como el Ángel Rubio por su formidable cabellera de color limón. Formó al lado de Giorgio Chinaglia en aquel histórico conjunto lacial que se hizo con el Scudetto de la temporada 1973-1974 derrocando la tiranía instaurada en la época por los dos equipos de Turín.
La temporada 1975-1976 participó en una polémica eliminatoria de Copa de la UEFA donde se cruzó con el F.C. Barcelona de Johan Cruyff. El partido de ida no llegó a disputarse por incomparecencia de los italianos a los que el Comité Directivo les dio por perdido el duelo por un resultado de 0-3.
Sorprendentemente volaron a Barcelona para disputar la vuelta y en el aeropuerto de El Prat Re Cecconi saludó a los periodistas que le esperaban a pie de escalinata mostrándoles los cuatro dedos de su mano derecha: “Serán cuatro”.
Y es que el Rubio de Oro era un tipo simpático y además visionario. Acertó de pleno en su pronóstico, pues la noche en la que Cruyff recibió su tercer Balón de Oro, los biancocelesti salieron corneados cuatro veces del Nou Camp.
Pero esa chispa y esa alegría de vivir le iban a jugar una mala pasada dos años después en la capital de la República.
El 18 de enero de 1977 Re Cecconi entró con su compañero de equipo Ghedin en la joyería de Bruno Tabocchini, amigo común de ambos, situada en pleno centro de Roma. El joyero, que había sufrido varios atracos en un lapso de tiempo más bien corto, estaba de espaldas cuando las puertas de su establecimiento se abrieron de par en par. El carácter bromista del futbolista le hizo meter las manos en el bolsillo simulando un revólver para gritar acto seguido: “manos arriba, esto es un atraco”. El hombre, hastiado de tanto robo, se giró de inmediato empuñando una Walther 7.65 y reencarnándose por un instante en Jimmy Ringo, atravesó con un certero disparo el pecho del inoportuno bandido causándole la muerte en el acto.
El 4 de febrero de 1977 un tribunal romano exculpó al joyero. El jurado decidió que Tabocchini actuó en estado de legítima defensa real. El fiscal, Franco Marrone, había pedido para él la condena de tres años de prisión.

miércoles, 2 de febrero de 2011

2 de febrero de 1992

Antes de abordar el asunto de hoy quiero felicitar el cumpleaños a Gerard Piqué (1987), defensa central del F.C. Barcelona y a la cantante colombiana Shakira (1977), nacidos ambos un 2 de febrero como el de hoy.
Y cumplido el trámite, metamos el cuchillo en la mantequilla para contar el principio del fin del Atlético de Madrid, que de la mano de Jesús Gil firmó su acta de defunción recién coronada la cuesta de enero del año 1992, domingo para más señas y a la sazón Día de la Marmota en Estados Unidos.
La sorpresa de esa jornada, a parte del empate del Cádiz en el Bernabéu, fue la ocurrencia del ostentóreo presidente rojiblanco de dar de baja en la RFEF al equipo Juvenil A que militaba en División de Honor. Al mismo tiempo anunciaba para final de junio la desaparición de la sección de balonmano de la entidad, la que mayor gloria llevó a orillas del Manzanares y que entonces dirigía Juan de Dios Román. La idea era vender el equipo a Dorna que, según su idea, haría todo lo posible para que el beneficiario de la plaza fuera el Real Madrid. Enrique Cerezo (…queremos tu pescuezo), haciendo entonces ya las veces de lacayo al servicio de su amo, justificaba el desatino aludiendo a la poca afición que acudía a los partidos de domingo en el Magariños. Sólo un indocumentado que se jacta de renovar al Kun Agüero bajándole la cláusula de rescisión podía justificar de esa manera la destrucción de un equipo que contaba entonces con jugadores como Svensson, Claudio, Mateo Garralda, Marín, Hermida, Urdiales o el legendario Cecilio Alonso. Pero no acabó ahí la cosa. Dos días después, estos dos exterminadores que no ficharon a Klinsmann “porque perdía aceite” trasladaron la diana a los equipos infantiles.
Y entonces sí, eso ya fue el acabóse.
Lo que vino después, con Raúl levantando Orejonas de tres en tres, ya os lo habrán contado.

martes, 1 de febrero de 2011

1 de febrero de 1996

Se cumplen 15 años de una de las eliminatorias de Copa del Rey más recordadas de los últimos años, la que emparejó en cuartos de final al C.D. Numancia de Soria y al F.C. Barcelona en la temporada 1995-1996.
El partido de ida fue presidido por los Duques de Lugo, la Infanta Doña Elena y Don Jaime de Marichalar, cuyo abuelo, Luis de Marichalar y Monreal, fue presidente honorífico del equipo soriano.
Al encuentro disputado en Los Pajaritos llegaron los locales después de haber dejado en la cuneta en las eliminatorias previas a Sanse, Real Sociedad, Racing de Santander y Sporting de Gijón haciendo de su pequeño estadio un fortín.
Dirigía el equipo, entonces en Segunda División B, el ya tristón Miguel Angel Lotina que contaba con algunos ilustres que alcanzaron la gloria aquel día como Raúl Ruiz (famoso por los reportajes para Canal +) y un jovencísimo José María Movilla, el antiguo barrendero al que Jesús Gil comparó con Zidane, que esa noche le iba a emboquillar a Carles Busquets una vaselina antológica.
El partido acabó con empate a dos y en la vuelta celebrada en el Camp Nou el equipo de primera se impuso por tres goles a uno.
Sin embargo conviene recordar a los gladiadores que saltaron aquella fría noche de invierno al campo de Los Pajaritos para comprobar la magnitud de la hazaña numantina:

C.D. NUMANCIA: Echevarría, Alfonso (Ayensa), Murillo, Pablo, Kike Alonso, Bedia, Raúl, Serrano, Barbarín (Morán), Artigas (Movilla) y Octavio.

F.C. BARCELONA: Busquets, Ferrer, Abelardo, Carreras, Guardiola, Amor, Figo, Hagi, Prosinecki, Oscar y Juan Carlos Moreno.

Como se puede comprobar por la alineación blaugrana Johan Cruyff no se anduvo con florituras, algo bien aprendido por Pep Guardiola, y por eso al acabar el match no se mordió la lengua:

"¿Por qué no hice cambios? Si algunos querían hacer el ridículo, mejor darles la oportunidad de que estuvieran todo el partido”.

Otra cosa quedaba de manifiesto viendo los nombres de algunos de los que se vistieron aquella fatídica fecha: el holandés volador estaba dando sus últimos coletazos al frente de la nave culé.