El 24 de febrero de 1993 un delantero con muy malas artes le partió la cintura a uno de los mejores defensores de todos los tiempos. Un cáncer de colon que se tiró posteriormente al hígado le hizo el regate más cruel y mediocre de toda su carrera deportiva. A los 51 años de edad, joven, muy joven todavía, el bicho doblegó a Bobby Moore, capitán de la selección de Inglaterra que ganó la Copa del Mundo de 1966. En aquella interminable y polémica final ante la RFA (4-2 tras prórroga), Moore tuvo una actuación inmaculada que coronó casi sin aliento abriéndose paso por los 39 escalones (no los de Alfred Hitchcock) que separaban el pasto de Wembley de la Copa Jules Rimet. Allí arriba le esperaba, en las manos la Reina de Inglaterra, un trofeo que había sido robado días antes y que fue rescatado milagrosamente por un perrito llamado Pickles. La casa donde el fútbol empezó recibía por fin al hijo pródigo.
Los que no le vimos jugar le recordamos por su aparición, siempre elegante, en "Evasión o Victoria" junto a otros ases de la pelota como Pelé, Ardiles o Deyna.
Un auténtico gentleman inglés, en la vida, en el cine y sobre todo en el terreno de juego.
Afortunadamente podemos recrearmos tantas veces como queramos con este soberbio pase que el soldado Terry Brady (Bobby Moore) le puso a Luis (Pelé) para anotar la tijera más más grande jamás vista en un campo de fútbol: INOLVIDABLE.
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