Con la parroquia futbolística discutiendo y dudando a partes iguales sobre el verdadero nivel de nuestro fútbol, arrancó en la temporada 1955-1956 la primera edición de la Copa de Europa de fútbol reservada entonces para los campeones de los torneos domésticos.
Y nació, como casi todas las cosas grandes de este deporte, gracias a las sabias mano de una comadrona de campanillas, Don Santiago Bernabéu, presidente a la sazón del Real Madrid Club de Fútbol, asistido en el parto de la criatura por Gabriel Hanot, redactor del diario francés L´Equipe, que donaría el trofeo con forma de ánfora que se llevaría el vencedor final.
Aquella primera edición fue un bálsamo para la afición española que venía de coleccionar fracasos con el equipo nacional, y a la que le duraba todavía el enojo por quedarse fuera del Mundial de Suiza 54 por culpa de una dichosa bolita extraída por el bambino de oro Franco Gemma.
Esa temporada, recordada por el doblete en liga y copa del Athetic Club de Bilbao de los Carmelo, Garay, Canito, Maguregui y Gaínza, culminó el 13 de junio en el Parque de los Príncipes de París con el ansiado duelo entre Real Madrid de Alfredo Di Stéfano y el Stade de Reims de Raymond Kopa, que eran junto a Kubala y Puskas, las grandes figuras de momento.
A decir de las crónicas de la época el partido fue vibrante de principio a fín, con los franceses adelantándose en el marcador y los blancos recortando distancias para rematar la conquista a los treinta y tres de la segunda entrega con un remate de Rial a pase de Gento tras una espectacular escapada.
Jules Rimet, presidente de la FIFA, fue testigo excepcional del comienzo de una tiranía, la del Real Madrid en la Copa de Europa, y España entera calibró por fin el verdadero nivel de nuestro fútbol.
En crónica de Emilio Jimeno para El Mundo Deportivo uno puede darse cuenta de la trascendecia que tuvo aquella hazaña para el sentir popular:
"Porque esta noche, bajo los focos del Parc des Princes hemos visto el verdadero, el auténtico nivel medio del fútbol español, un fútbol representado por el Real Madrid — ni tan siquiera campeón ni subcampeón de Liga esta temporada — que ha sido capaz de conquistar la Copa de Europa de clubs en un encuentro en el que ha brillado por todo lo alto no sólo la clase y técnica y recursos tácticos del fútbol español, sino, además, aquellas virtudes raciales, de fibra y temperamento, tan necesarias para remontar momentos difíciles y que se había dado en decir que habían desaparecido por completo".
Ese día de San Antonio de Padua, el Comité de la UEFA anunció que el vencedor de la final tendría invitación directa para la segunda edición:
"La decisión ha sido tomada para dar una oportunidad al Real Madrid y al Reims, que no han ganado los campeonatos de sus respectivos países, para defender el trono conquistado".
Un hecho curioso de ese curso balompédico lo protagonizó Sir Stanley Matthews.
A pesar de la gran cantidad de estrellas fulgurantes que comparecieron esa noche en el coliseo parisino, el jugador británico, bordeando la cuarentena, relegaría a los escalones inferiores a Kopa y Di Stéfano en el podio de la primera edición del Balón de Oro.
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