El 18 de junio de 1975 el padre del fútbol total se despedía para siempre de Barcelona.
Rinus Michels, el mejor técnico de la historia del futbol para el diario el diario británico The Times, recogió sus trastos de faena y se despidió de todos sin hacer ruido al tiempo que por otra puerta de la Ciudad Condal llegaba raudo y veloz Carlos Humberto Caszely para cerrar su trato con el RCD Espanyol.
Se había cansado de recibir patadas con el Levante por los andurriales de tercera división.
Ese día fue el escogido por papá y mamá para que yo hiciera acto de presencia en este mundo y realizara mi primera visita a la capital del Principado a bordo de la camioneta orientada por el mejor ambulanciero que ha dado jamás nuestro pueblo, Dato José Martínez Ovis.
Creo que dejé de contar en el bache número 300, pero siempre tuve la sensación de que aquel suplicio había merecido la pena.
No hay pruebas fehacientes de ello, pero según me cuentan no llegué con una balón de cuero debajo del brazo, eso llegaría más adelante.
Y es que a la dichosa pelotita de esta pasión la azuzaron tipos como Emilio Butragueño, que también escogió para su día de gloria un 18 de junio, este de 1986 y avanzado hasta octavos de final el campeonato del mundo de México, aquel que había arrancado con gol de Sócrates para Brasil y latigazo seco de Michel al travesaño.
No olvidaré jamás el torbellino de cal que provocó el pelón al tocar el suelo.
En el Estadio de La Corregidora de Querétaro, El Buitre, en vuelo a ras del tapete, esquivó las postas de la dinamita roja y con cuatro goles como el sol de aquella tarde asomó a España al balcón de la ilusión, donde como siempre la suerte salió a bailar con otro chico más alto y más apuesto.
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