“Este hombre -dijo- es el único que ha convertido un gol olímpico en la historia de los mundiales de fútbol de mayores... Fue en Arica en 1962 y se lo hizo al mejor portero del mundo en ese momento, el ruso Lev Yashin, la famosa "Araña Negra"... Fue en nuestro glorioso empate 4-4 con Rusia...”
Así de lapidario se mostró el anciano de la última fila para argumentar ante todos los viajeros la caprichosa actitud del chófer de la buseta que hacía la ruta 3, cerca de Barranquilla, que justo había retornado un billete de dos mil pesos al último pasajero para seguido exclamar entusiasmado:
-¡Yo siempre me he querido tomar una foto con usted!
El personaje agasajado con pasaje libre de aranceles no era otro que Marcos Tulio Coll Tesillo, apodado “el Olímpico”, jugador del combinado colombiano que un 3 de junio, en el coliseo Carlos Dittborn y en partido de primera ronda de la Copa del Mundo de Chile, convirtió directamente desde el vértice una parábola imposible para el guardameta soviético.
Desde borde del rectángulo asistió a la comba el director técnico que orientaba a los colombianos en aquella cita, el gran Adolfo Pedernera, accesorio fundamental en La Máquina de River e historia viva del fútbol argentino, donde precisamente se documentó el primer tanto con esas hechuras contabilizado desde la reforma de la regla del tiro de esquina.
Lo transformó Cesáreo Onzari para Argentina en el poligonal del Sportivo Barracas en partido amistoso jugado ante Uruguay finalizadas las Olimpiadas de Amsterdam de 1928.
El jugador de Huracán pateó directo y al entrar la pelota en la portería de los recién proclamados campeones olímpicos, la anotación ingresó por derecho propio en los libros de fútbol con el nombre de Gol Olímpico.
Lo curioso del tema es que esta versión de los hechos difiere bastante de la que aparece en La historia de los mundiales de fútbol de Brian Glanville.
El gurú de las ciencias del balón describe así aquel corto intervalo de tiempo en el país andino:
“Rusia iba 3-0 por delante a los once minutos, y aunque Aceros redujo la desventaja a 3-1, Ponedelkin hizo el 4-1 al comienzo de la segunda parte. Fue entonces, a los 68 minutos, cuando sucedió algo muy extraño. Lev Yashine se marcó un autogol a la salida de un córner.”
Supongo que todo depende del cristal con que se mire, pero a mí me sigue pareciendo más poética la epopeya de Marcos Tulio Coll Tesillo, “el Olímpico de Barranquilla”.
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