Estadio de la Carretera de Sarriá (Barcelona), 2 de julio de 1982.
Partido de segunda ronda para el acceso a semifinales.
Juegan Brasil y Argentina en un grupo infernal que completa Italia. Al paso por el minuto 85 el árbitro mexicano Mario Rubio Vázquez muestra la tarjeta roja a Maradona por una brutal entrada sobre Batista que se retuerce amargamente en el suelo.
Protesta Ardiles ante la atónita mirada de los brasileros. Ríe descontrolado el genio, impotente ante el torrente de fútbol de Toninho Cerezo, Falcao, Zico, Sócrates y Junior.
El 3-1 final es inapelable. Pocas imágenes como esta que resisten tan vigorosas el paso de los años. Imprescindible.
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