El día de la suerte y la salud del año 2001 se jugaba el clásico de la Ciudad Condal correspondiente a la decimo octava jornada del Campeonato Nacional de Liga.
El F.C. Barcelona llegaba a la cita de Montjuic con un agujero considerable en la zona media debido a las bajas Xavi y Gerard López lesionados y Fabio Rochemback sancionado.
Charly Rexach, que entonces patroneaba la nave azulgrana, había estado toda la semana previa resquebrajándose la cabeza para encontrar una solución con la que restañar la posición de cuatro y echando un ojo al segundo plantel la luz se le vino encima.
Allí había un chiquillo de cuerpo liviano y piel blanca como la cal que coleccionaba elogios cada vez que entraba en contacto con la pelota.
El jueves lo citó para el primer entrenamiento y el sábado ocupó un lugar en el banquillo del primer equipo con tan sólo diecisiete años. Era su primera convocatoria con los mayores y a partír de aquella fría noche de sábado la escalada ya no se detuvo.
Fue una decisión forzada por las circunstancias pero que iba a cambiar para siempre la historia del fútbol español y que al mismo tiempo sirvió para llenar de contenido las palabras que Pep Guardiola le espetó a Xavi Hernández después de verlo salirse de la tabla en la Nike Premier Cup dos años antes:
“Tú me quitarás a mí el sitio, pero éste nos retira a los dos”.
El chaval en cuestión era Andrés Iniesta Luján, natural de Fuentealbilla, provincia de Albacete, campeón de todo lo que se pueda ser campeón.
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