En una conferencia de prensa celebrada en Lisboa, Paulo Jorge dos Santos Futre anunciaba al mundo entero que sus rodillas habían dicho basta para la práctica profesional del fútbol.
Militaba entonces en el West Ham londinense, pero por suerte, volvería a vestirse los calzones cortos en el Atleti de sus amores para retirarse, esta vez de forma definitiva jugando para el Yokohama Flugels de Japón.
Ese día, y ante una nube de periodistas que vieron escupir lágrimas a los ojos del guerrillero, Futre sujetaba entre sus manos las botas de jugador que se calzó aquella memorable noche vienesa en la que el FC Porto del estudioso Artur Jorge le volteó una final de Copa de Europa al todopoderoso Bayern de Munich de Lothar Matthäuss y Andy Brehme.
Nadie daba un escudo por ellos, y menos después de arrancar abajo en el marcador, pero todo cambió con el inolvidable gol del argelino Rabah Madjer, conocido desde el mismo momento de la ejecución como El taconazo de Alá:
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