lunes, 1 de agosto de 2011

¿Y por qué Fábregas?

"Senda de campeones" de Martí Perarnau
Es la pregunta del verano y a partir de ella surgen otras tantas. Yo le he estado dando vueltas y más vueltas durante el periodo de vacaciones: ¿por qué astillar 40 millones de euros en un futbolista cuyo puesto está perfectamente cubierto por hombres de la talla de Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Sergio Busquets, Seydou Keita o Javier Mascherano? ¿por qué empeñarse en repescar al de Arenys si cuando era cadete abandonó la casa sin mirar ni siquiera para atrás y sin tanto besuqueo a ese escudo que ahora de repente extraña tanto? ¿por qué no guardar ese dinero para mejores empresas y esperar a la explosión definitiva y no tan lejana en el tiempo de Thiago Alcántara? ¿Por qué, por qué, por qué…?
Las posibilidades para responder a todas estas cuestiones tan trascendententales para el barcelonisno son también múltiples a la par que sencillas, algunas aplicando mínimamente el sentido común y otras tan viejas como el hambre.
La primera posibilidad podemos encontrarla, aunque parezca una broma, en Mourinho y su Real Madrid. El final del curso pasado hizo que saltaran las alarmas en Pep Guardiola y en la secretaría técnica de la avenida de Les Corts. El equipo llegó a los partidos transcendentes de la temporada cogido por alfileres por culpa de las lesiones de Puyol y Abidal. Afortunadamente, de medio campo hacia delante, las bajas fueron mínimas, pero hubo encuentros que se jugaron sin Iniesta y otros en los que los tobillos apartaron a Xavi del once inicial. Así las cosas, los madridistas se plantaron más frescos para jugarse las habichuelas. Quedó claro (aunque eso ya se sabía de inicio) que el fondo de armario de Mourinho era más amplio que el de Guardiola y por eso Pep ha decidido este año modificar su discurso y abogar por una plantilla de 20 jugadores y que todos ellos sean posibles titulares.
Y sin darnos cuenta encontramos otra posible solución al jeroglífico y esta dirigida a evitar la relajación en un equipo que la afición recita de carrerilla. El F.C. Barcelona, que ha subido a Thiago y a Fontás al primer equipo, ha fichado a Alexis Sánchez y pretende cerrar en breve la contratación de Cesc. Los dos chavales del filial deben foguearse con los mayores y esperar su turno esperando a que los veteranos como Keita, Puyol, Xavi o Abidal se decidan a colgar los botines. Sin embargo los dos fichajes de relumbrón llegan con otras intenciones: aumentar la competitividad y añadir variantes al repertorio. Son dos titulares en potencia: el chileno puede moverle el sillón a cualquiera de los de arriba en los choques importantes y el catalán debe pelear de tú a tú por un puesto en la medular con las vacas sagradas, acostumbradas a ganar y a tener dorsal asegurado desde el inicio. Evitar la relajación y subir el nivel, justo lo que hizo el Real Madrid el año pasado. Este año, sin embargo, el Real Madrid parece haber comprado suplentes para doblar todos los puestos. Ninguno apunta maneras para modificar el escalafón. Parece difícil que Sahin pueda sacar de inicio a Xabi Alonso del equipo titular (está por ver, pero parece inviable que Mourinho se decida a alinearlos juntos en partidos de alto voltaje), que Callejón aparte de la banda a Di María o que Varane desplace a Pepe o a Carvalho. Altintop parece condenado a partidos de tercera fila y sólo Coentrao apunta a titular pero a costa de sacrificar la banda de Marcelo.
Pero aunque todo lo anterior sea motivo suficiente para cerrar definitivamente el pase de Cesc Fábregas (rotaciones, descanso, competitividad, etc.) el motivo que realmente lleva a Pep Guardiola a porfiar sin descanso para que le concedan un último capricho hay que buscarlo algunos años atrás, hacia 1972, cuando Laureano Ruiz arribó a la Ciudad Condal para modificar los cimientos del fútbol base azulgrana.
El de Santpedor quiere evolucionar, dar una vuelta de tuerca más a su visión del fútbol y así, de paso, evitar que los rivales le cojan el truco. Es el propio preparador cántabro el que se lo cuenta a Martí Perarnau en “Senda de campeones”:

“Rinus Michels ya juega con el 4-3-3 el Barca del año 1974. El año bueno de Sotil es con Sotil jugando cerca de Cruyff y el extremo izquierdo yéndose más atrás. Cuatro defensas con uno de ellos haciendo de escoba, tres medios y tres delanteros. Luego, en 1976 llego yo al equipo y hacemos eso mismo, el 4-3-3 (antes lo había implantado en juveniles), pero cuando el equipo rival te jugaba 4-4-2 yo adelantaba al defensa más ofensivo y jugaba con tres defensas: dos marcadores y el hombre escoba. Resultado: 3-4-3. Años más tarde. Cruyff repite la operación a partir de una pregunta simple: ¿Si el contrario tiene dos delanteros para qué quiero yo cuatro defensas? Y, además con eso evitas que haya superioridad contraria en el centro del campo. Tenemos siete jugadores en campo contrario para pelear con ocho rivales?”.

Todas las repuestas son válidas para comprender el empecinamiento de Pep Guardiola con Cesc Fábregas: aumentar los recursos, fomentar la competencia entre los jugadores y evolucionar hasta llegar al 1-3-4-3 que ideó Laureano Ruiz y que asomó en los tiempos de Johan cuando Eusebio o Iván Iglesias arrancaban desde el lateral derecho. En definitiva, sublimar el modelo, alcanzar la idea nuclear que se cita en “Senda de Campeones”.
Por eso este año no será extraño ver un equipo sin lateral izquierdo, posición de partida de un Fábregas que terminará incrustado con Xavi, Sergio e Iniesta en la media mientras Alves avanza por la derecha y Piqué coge la escoba para barrer al delantero que se escape del pegajoso marcaje de Puyol.
Veremos si para semejante viaje son necesarias alforjas tan fuera de mercado.



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