viernes, 24 de septiembre de 2010

Keita

La temporada 73-74 tuvo algunos hechos tan noticiables como el 0-5 del Barcelona de Cruyff y el Cholo Sotil en el Santiago Bernabéu, el jab de Angel María Villar al mentón del propio Johan en San Mamés o la Copa de Europa que el Atlético de Madrid dejó escapar entre las manos de Miguel Reina en el alargue del Estadio Heysel de Bruselas tras un tirazo de Schwarzenbeck desde el salón de su casa.
También, otro año más, y era el cuarto ya desde que la FIFA designara en México 70 los colores amarillo y rojo para hacer cumplir las reglas de juego, en la piel de toro seguíamos a lo nuestro y los colegiados mostraban cartulinas de color blanco cuando tenían que amonestar a los intrépidos que querían atajar el reglamento.
Sin embargo esa temporada será recordada más que nada por la autorización del delegado nacional de Educación Física y Deportes para la contratación de dos jugadores extranjeros por club en primera y segunda división y acabar así con la pantomima de los asimilados a los que les brotaban partidas de nacimiento de abajo de las piedras con una autenticidad tan cuestionable como la del carnet de conducir de Alejandro Sanz.
Así llegaron el padre de Paolo Montero al Granada, Gunter Netzer al Real Madrid o Jorge D´Alessandro al Salamanca el curso siguiente.
En la ribera del Turia salieron entonces de pesca por la vieja Europa en busca de gol y echaron las redes sobre un muchacho de piel de ébano, espigado y liviano como una pluma, y que había llamado la atención en el Stade Geoffroy-Guichard de Saint-Étienne, donde años más tarde deleitaría a la platea otro joven llamado Michel Platini. El último año allí había llegado a la escalofriante cifra de 42 goles y dejó para la vitrina tres Ligue 1 y dos Copas.
Los traspasaron al Marsella y allí los che pagaron 27 millones de pesetas por su pase a instancias del preparador del equipo, Don Alfredo Di Stéfano que se empecinó en colocarlo como único punta:
“Yo no me considero un gran goleador. He tenido suerte algunos años, durante mi actuación en Francia”.
El chaval no mentía, y en el primer torneo completo en nuestro país únicamente llegó a los siete tantos.
Debutó un 1 de septiembre de 1973 en Mestalla ante el Real Oviedo de Tensi, Marianín, Javier y Uría y ese tarde estuvo especialmente inspirado de cara a gol. Hizo los dos con los que el Valencia anuló la ventaja inicial de los carbayones y el segundo provocó la traca en la tribuna. La jugada arrancó con un saque de meta defectuoso del portero visitante que enganchó al vuelo para colarla en el ángulo.
El tercero de su cuenta lo haría precisamente en la tercera fecha del torneo, en el Estadio de El Molinón, cuando al paso por el trece de la reanudación batió a Castro con un fuerte chut colocado al lado de la cepa izquierda.
Aquel encuentro también arrancó mal para el equipo de La Saeta Rubia que encajó un penalti lanzado por el argentino Doria. También de penalti, de Doria a nuestro protagonista, permitió igualar la contienda a los visitantes.
A partir de ahí algunas lesiones le mojaron la pólvora y su figura se fue diluyendo poco a poco.
Años más tarde, al volver a su Bamako natal, ese donde había dejado aparcados sus estudios de derecho, fundó un centro para la educación y formación de jóvenes futbolistas.
Esa escuela lleva su nombre, el nombre del futbolista galardonado con el primer Balón de Oro africano en 1970.
Se llama Salif Keita Traore y día de hoy sigue siendo el tío de Seydou Keita, la pieza innegociable en el actual engranaje del FC Barcelona de Pep Guardiola.

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