Este día de 1929 vino al mundo en Budapest Sandor Kocsis, el futbolista con mayor cantidad de carga explosiva en la cabeza que jamás se ha visto dando brincos por un terreno de juego.
Formó con Hidegkuti, Puskas y Czibor en la selección húngara que asombró a propios y extraños a principios de los cincuenta quedando campeones en la Olimpiada de Helsinki de 1952 y barriendo del mapa a los inventores del juego en varias batallas inolvidables.
Eran llamados Los Magiares Mágicos, a los que la gloria les dió la espalda en el Wankdorfstadion de Berna en aquella histórica final ante la Alemania Occidental del recordado Fritz Walter en la que sucumbieron por un ajustadísimo por tres a dos.
Siete años después, vistiendo ya de azulgrana y acompañando a Kubala, Czibor y Luisito Suárez, volvería a ver pasar de largo el laurel al caer en el mismo estadio y por el mismo resultado ante el Benfica de Portugal en la final de la Copa de Europa.
Ese día se vistieron en la caseta de visitantes, como en la final de la Copa del Mundo.
Le apodaron Cabecita de Oro, porque cuando el balón sobrevolaba su área de influencia todo el mundo sabía que acabaría besando de forma irrevocable la red.
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