Primer día de octubre del año 1977 en el Estadio de los Gigantes de Nueva York. Juegan el New York Cosmos y el Santos de Brasil.
Es la despedida definitiva del mejor futbolista de la historia. Llovieron lágrimas del cielo.
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Carlos Alberto y Pelé |
Necesitaba una solución y la buscó por abajo. Tiro un cañito pero aquel zaguero que jugaba con sotana abortó la intentona sin más miramientos. En la siguiente lo intentó por arriba. Probó de sombrero y otro fiasco. La tocó de flequillo el defensor de ciento noventa y dos centímetros que cayó a cubrir la contra por aquella banda. Por fin decidió encarar y le salió una bicicleta enorme, pero pisó la bola y rodó por el suelo como un trapo. Entonces se acordó de Pelé y de aquel gol en la Copa del Mundo de México 1970. Dejó la banda y pidió en la media. Dribló a dos rivales y se sacó un cañonazo que hizo recular al portero hasta quedar cosido a la red. La pelota se envenenó tanto que astilló la cruceta derecha y salió por la parte lateral del marco. Sonrió un momento y pensó que por fin le había salido algo grande esa noche.
Como
O Rei, había marcado el
NO GOL más famoso de la historia del fútbol.
Después fue sustituido pero sólo unos pocos le aplaudieron. "Floja memoria", pensó.
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