miércoles, 28 de octubre de 2009

Hicimos el ridículo

En aquel torneo de Campo del Río hicimos el ridículo, lo sé.

Y al final nos portamos como unos auténticos muertos, también lo reconozco, pero que quieres, no habíamos tenido tiempo para prepararnos bien.

Íbamos con lo puesto y por no tener, no teníamos ni camisetas para salir aseados al campo.

A mí que tocó dirigirlos y juro que hice todo lo que estuvo en mi mano, pero aquel primer gol me mató.

El Guti era buen portero, nadie se lo discutió jamás, pero en aquella no estuvo muy afortunado que se diga.

¿Cómo se le pudo ocurrir colocar a los muchachos de la barrera cubriendo la madera del otro costado?

Y otra más, ¿por qué cojones se plantó ahí detrás y le dejó meta franca al tirador para colarla por su poste?

No sé, todavía no me lo explico pero por allí terminó entrando la bola y fue el principio del fin.

Lo maldije con madre y todo pero ya estaba dentro y había que seguir peleando.

Le tenía fe a Oliver, el mejor que llevamos, pero desde el pitido inicial se enfrascó en peleas con todo el que pasaba por su lado y se salió del partido.

Todos le buscaban a él y admito que ahí me equivoqué.

Los otros también lo sabían y no tuve respuesta para el cuerpo a cuerpo que le pusieron los otros.

No recibía cómodo y se enfadaba consigo mismo y con el mundo.

Yo le decía que tuviera calma, que llegaría la nuestra, que éramos mejores, pero no me hizo caso.

Tal vez lo mejor hubiera sido sentarlo un rato a mi lado, pero joder, era el mejor y estábamos perdiendo.

Falló siete tiros sin barrera y ninguno lo arrimó siquiera a los tres palos.

Estaba ido y con él todo el equipo.

En el octavo tiro libre lo probó Jona y lo puso arriba donde las arañas.

En esa también estuve lento, pero la tensión del partido me tenía atenazado.

Tenía que haberle dado a él la oportunidad de pataer antes y quizás podríamos haber apretado el resultado.

Fue lo único bueno que hizo, porque se quedó sin aire en la segunda carrera.

Nos había costado un mundo meterlo en los calzones cortos y me duró un suspiro.

Como Julito el gitano, al también le tuvimos que aplicar oxígeno al poco de empezar.

Estaba pasado de kilos, pero que muy pasado, y parecía un elefante moviéndose en aquel patatal.

Ya sé que era una sombra, pero tenía que mantenerlo dentro por cojones, por si enganchaba alguna cerca del pivote.

Tú sabes como yo que en esa posición se giraba como pocos.

Pensaba que en aquella zurda tenía que quedar todavía algo de sutileza, pero resultó estar más seca que el coño de una vieja.

No tenía recambios, bueno sí que tenía, pero mirar al banquillo me causaba un dolor terrible.

Mandé calentar a Eliseo porque el equipo se me estaba quedando sin aire.

No me lo perdonaré jamás.

Hizo un saque de banda y lo volví a sentar en el banco.

Me porté como un hijo de puta con él, ya lo sé, pero aquello no era un futbolista joder.

¿Y Peti? A Peti lo tuve que poner algunos minutos cuando ya estaba todo perdido.

Teníamos que participar todos y él tuvo la suya casi al final.

Hizo dos bicicletas a una velocidad tan lenta que el mundo se paró para esperarlo.

¡¡¡Madre mía¡¡¡. Tenías que haberlo visto.

Juro que en toda mi vida había visto un regate tan espantoso.

¿Qué quieres?

El chaval calzaba un cuarenta y siete y hacía lo que podía.

Al menos fue honrado consigo mismo.

No como Jano, que nos dejó con uno menos porque había quedado con la chavala y tenía prisa.

¡Mierda de compromiso¡ pensé , pero qué cojones, si ya no había nada que hacer.

Nos había dejado con el culo al aire una pandilla de perdedores que al final no pasaron de cuartos.

Jano por lo menos se había desahogado dándoles hasta en el cielo de la boca.

Tienes razón, ya lo sé, que lo hicimos muy mal, que hay que ser más honestos, pero nosotros fuimos allí como un grupo de mercenarios, a ver lo que salía.

De todas maneras, tú sabes que ese torneo siempre fue una puta mierda, ¿o no?.

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