miércoles, 2 de diciembre de 2009

Quién te ha visto y quién te ve, Jan

Joan Laporta pasará a la historia del barcelonismo como el presidente más joven en ciento diez años de entidad y bajo cuyo mandato el club ha conseguido mayor número de títulos, entre los que destacan, hablando de fútbol, dos Copas de Europa, tres ligas, una Copa del Rey, tres Supercopas de España y una Supercopa de Europa, amén de una liga ACB, una Copa del Rey y dos Supercopas en la sección de baloncesto.

Durante estos ochos años de mandato han habido tantas luces como sombras que han motivado que el bueno de Jan no haya dejado indiferente a nadie.

Uno de sus logros más importantes fue alejar a los Boixos Nois de las butacas del Camp Nou, lo que le acarreó una gran cantidad de amenazas y pintadas de bastante mal gusto en su domicilio y en las paredes del Estadi.

Y lo hizo nada más llegar, sin reparar en las consecuencias que esa decisión podría tener a la larga y que al final resultaron muy beneficiosas para todos.

Ahí estuvo a la altura Laporta, como lo estaría después al dar total libertad de acción a Txiki Begiristain manejando el cotarro del balón, o colocando a Chichi Creus al timón de la nave de la canasta, y sobre todo, lo que a mí me causó mayor sorpresa y al mismo tiempo gran satisfacción, armando un equipo de fútbol sala que ahora mismo es capaz de mirar a los ojos sin ruborizarse una pizca a los intratables Interviu y El Pozo Murcia.

Pero ya desde el principio, incluso antes de ganar las elecciones, Joan Laporta escribía con algunas faltas de ortografía.

Es imposible no recordar la moción de censura a la que sometió a Núñez cuando lideraba aquel sospechoso grupo llamado Elefant Blau.

Siendo ya presidente, se encontró un club prácticamente al borde de la bancarrota por culpa de la olvidable gestión del forofo Joan Gaspar.

Su amigo Sandro Rosell , como buen mozo de espadas, le hizo cortar su primera oreja al conseguir la firma de Ronaldinho Gaucho, y así tapar de alguna manera el esperpéntico juego portadas y comunicados anunciando y desmintiendo al momento un supuesto acuerdo con David Beckham.

Pero faltaba el piloto para la nave, y primero Hiddink y después Koeman (menos mal, visto lo de Valencia) le dieron calabazas.

El tercero de la lista era Frank Rijkaard, y este ya no pudo decir que no.

A partir de ahí lo del fútbol quedó resuelto para siempre.

Pero el Barcelona es mes que un club, y las secciones también tienen su tirón popular pero en ellas es donde más resbalones ha tenido.

La primera, y para mí la más dolorosa, fue la de enseñarle la puerta de salida a Svetislav Pesic, el entrenador con el que se consiguió la primera y única Copa de Europa y que había hecho triplete el curso anterior.

La solución fue meter en la pintura a Dusko Ivanovic y el equipo empezó a ir cuesta abajo y sin frenos, e incluso el emblema de la sección, Juan Carlos Navarro, puso pies en polvorosa hastiado por los corsés del montenegrino.

Este error fue subsanado la campaña pasada colocando al Abuelo Creus en las oficinas del Palau, algo por otra parte muy poco meritorio, pues cualquiera que hubiese seguido las retransmisiones de TVE se habría dado cuenta enseguida de que ese magisterio estaba pidiendo a gritos un despacho de esos con silla de cuero y metros cuadrados para dar y tomar.

Pero la anestesia más grande de este mandato la ha sufrido la sección de balonmano, campeona de todo lo habido y por haber y convertida ahora en una máquina de triturar técnicos de postín y que escribe al dictado del Ciudad Real e incluso el Ademar y el Valladolid.

Todo por intentar convertir a un sabio del banquillo como Valero Rivera en gestor de disciplinas en las que andaba más o menos pez.

Sin embargo, Joan Laporta se ha empeñado en los últimos tiempos en dilapidar este enorme botín conseguido gracias principalmente a los orfebres que se visten de corto cada domingo, sacando los pies del tiesto un día sí y el otro también.

El último desliz es el de la fiesta post-clásico, donde se postuló como máximo candidato al Bailón de Oro, pero antes ya había desafinado varias veces y casi siempre con la nota nacionalista e independentista.

Ahí está el affaire del Aeropuerto de El Prat, o el de los niños en Portugal que no pudieron escuchar el himno nacional, o el intento de quitarnos a todos ese equipo de nuestros amores.

Me jode decirlo, pero ahora que estamos arriba, no me resisto:

"Váyase Señor Laporta, váyase".

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