Pocos jugadores de fútbol me han ilusionado tanto como Francisco Guerrero. Lo descubrí por casualidad en el año 1998 en el Torneo de Esperanzas de Toulon.
Por aquel entonces yo estudiaba en Gijón, y el piso de estudiantes que compartía equipaba una fabulosa antena parabólica con la que sintonizábamos infinidad de canales temáticos, y entre aquellos estaba Eurosport, que retransmitía en directo los partidos del campeonato, además de otros deportes desconocidos para mí como el curling o el snooker.
El Torneo de Esperanzas de Toulon es una especie de campeonato mundial oficioso que se celebra en esta pequeña localidad francesa desde el año 1967 y a la que acuden los mejores equipos y selecciones del planeta con jugadores menores de veintiún años.
Allí acudió la albiceleste dirigida por José Néstor Pekerman, con un plantel que a día de hoy pone los vellos de punta: en el arco Bizarri; delante Gaby Milito y Walter Samuel; la media era para el Huesitos Galletti, Lionel Scaloni y Riquelme y arriba, con el gol entre ceja y ceja Bernardo Romeo y Panchito Guerrero.
Este último fue el que me dejó hechizado, y como a mí, al centenar de ojeadores que pululaban por el Estadio Mayol durante el torneo.
Salió máximo goleador junto a Emile Heskey, de Inglaterra, y todos los equipos punteros de Europa lo tenían marcado con una cruz en sus agendas. Sólo Riquelme le privó del Balón de Oro al mejor jugador, pero supongo que los organizadores pensaron que lo más justo era repartir los galardones entre todos.
Cuando supe que Panchito jugaba para Independiente de Avellaneda, mí otra pasión futbolera allende los mares, me empecé a interesar por su carrera.
Iba para figura importante, como siempre aseguró César Luis Menotti, que lo hizo debutar el 16 de octubre de 1994 con la camiseta de El Rojo ante Gimnasia de Jujuy.
Un año después sería Campeón Mundial sub 20 en Qatar compartiendo equipo con el Caño Ibagaza y quedando arriba de selecciones como la española de Raúl, Morientes, Etxebe , Salgado y De la Peña, Brasil, con Caio , Portugal con Nuno Gomes, Dani y Beto, el Japón de Nakata o la Australia de Mark Viduka.
Hizo dos goles en aquel campeonato, y uno de ellos en la final ante los brasileiros.
Al Flaco le leí después que si en Barcelona querían ser grandes tenían que fichar a Panchito.
Pero la estrella de Independiente se fue apagando poco a poco por culpa de los cruzados de la pierna derecha que lo sumieron en un agujero negro del que jamás pudo volver.
Salía de una de nueve meses y se volvía a romper y ya nunca volvió a ser aquel jugador mágico en un baldosín y desconcertante para las defensas rivales.
Cayó en el olvido y asomó la cabeza un poco cuando dio el salto a Europa para jugar en la liga suiza con el Zurich y el Basilea.
Volvió a Argentina para enrolarse en Estudiantes de La Plata y regresó al país alpino donde sigue tan pancho a sus treinta y dos años.
Pudo ser, pero se quedó en el camino aquel proyecto de enganche, y ni él ni yo pudimos ver cumplido nuestro sueño:
Ver la once del Barcelona con su apellido grabado en el lomo.
Ese era su sueño, jugar en el club Barcelona, de España.
"Preferiría que mi carrera continúe en ese país. Por el prestigio internacional que tiene Barcelona me gustaría integrar ese equipo. ¿Te imaginás lo que sería estar en el ataque junto con Giovanni? Bueno, la esperanza es lo último que se pierde".
Estas palabras son del sábado 14 de marzo de 1998.
Lástima que sus rodillas tuvieran pensado otro destino para él.
idolo panchito! era el kun de los 90! lástima que por las lesiones bajó mucho su nivel :(
ResponderEliminarPanchito el mejor. Como me hizo gritar de chico haci3ndole un gol a boca en la bombonera.
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