lunes, 11 de enero de 2010

Los orígenes del doble pivote

España-Alemania
7 de julio, 20:30 horas
Estadio Moses Mabhida (Durban)



Corría el Año del Señor de 1940 cuando un hecho singular estuvo a punto de hacer oscilar a los cimientos del fútbol en particular y del mundo en general, pero afortunadamente para todos aquello no pasaría de una mera y curiosa anécdota.

En Hendaya, un día 22 de octubre, fueron reunidos dos de los mediocentros más rutilantes del momento con la misión de formar lo que hoy en día se podría considerar como el primer experimento con doble pivote de la historia del balompié.

La intención de las partes no era otra que contrarrestar la famosa WM implantada por Sir Herbert Chapman a raíz de la modificación de la regla de offside que la FIFA introdujo en 1925 y con ello hacer frente al poder británico en las batallas que tendrían lugar en fechas no muy lejanas en el tiempo.

El primero de los elegidos para semejante empresa se llamaba Adolf H. y aunque era de origen austriaco, alcanzó la internacionalidad absoluta defendiendo los colores de Alemania, con la que sometió a Europa a una tiranía tal, que llegó a desesperar a los desafortunados que tenían que enfrentarlos en las competiciones continentales.

Cuentan las crónicas de la época que se trataba de un stopper de gran despliegue físico, de golpeo mortal y una ambición sin límite que le mantenía encima del rival hasta prácticamente asfixiarlo.

Famosas fueron sus campañas en ligas importantes como las de Polonia, Checoslovaquia, Francia o la Unión Soviética, hasta que la edad empezó a pasarle factura en forma de errores infantiles que le costaron a Alemania dolorosas y humillantes derrotas.

Una de ellas, ocurrida en Berlín un 30 de abril de 1945 ante un combinado internacional, le obligó a colgar definitivamente las botas.

El otro era español y respondía al nombre de Pancho F.

Había nacido en Ferrol, pero jamás alcanzaría las cotas de virtuosismo a las que llegarían años después dos de sus paisanos más ilustres: Luis Suárez y Amancio Amaro.

Para colmo no tenía el cuerpo de mediocentro que se estilaba en la época.

Era menudo y regordete, muy lejos de la estampa de los enormes Belauste y Bertol, pero tenía algunas virtudes ocultas con las que encandilaba a todos los entrenadores.

Empezó en ligas regionales de poco postín, pero un puñado de buenas campañas en campeonatos menores del norte de Africa le catapultaron a la absoluta de España, a la que dirigió durante años desde el centro del redondel con mano de hierro.

Siempre fue acusado de arriesgar poco, y cierto es que era común verle optar siempre por la solución más simple, lo que le generó innumerables críticas entre los aficionados, que terminaron por dividir al país en dos bandos irreconciliables.

Aquel hojaldre nunca terminaría de cuajar, en parte porque la revolución de Mr. Chapman caló pronto en todo el ámbito europeo, y también porque, ya entonces, la convivencia de dos gallos de semejante pelambre en el mismo gallinero resultaba cuando menos complicada.

El fútbol actual ha cambiado mucho en todo este tiempo lleno de globalizaciones y con salto de siglo incluído.

La España de las Automomías nos deja a catalanes, vascos, riojanos, andaluces, madrileños, asturianos y valencianos dejándose la piel en el campo vestidos con la misma pechera.

¿Y Alemania?

A Alemania no la conoce ni la madre que la parió.

La citación de Joachim Low para el torneo ha convertido al equipo teutón en un crisol de culturas con nombres que recuerdan muy poco a aquellos tiempos oscuros en los que se hablaba de una raza superior.

Los Mehmet Özil, Miroslav Klose, Lukas Podolski, Mario Gómez, Cacau, Marko Marin, Khedira, Trochowski, Boateng, Jansen y Aogo son ahora los encargados de dar lustre al escudo del gigante europeo.

Pero, como entonces, los dos combinados siguen teniendo algo en común: el dichoso doble pivote que tanto nos da que hacer a todos desde que arrancó esto hace ahora casi un mes.

A mi me gusta más lo de ahora, sin ninguna duda.

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