Antes de la final de Roma en 2009, el F.C. Barcelona y el Manchester United se vieron las caras en las semifinales del torneo del año anterior. En la ida, disputada en el Camp Nou, los Diablos Rojos vencieron gracias a un disparo lejano del eterno Paul Scholes. Recuerdo que Cristiano Ronaldo falló un penalti esa noche. El equipo de Rijkaard, muy abollado ya por los caprichos de Deco y Ronaldinho, intentó la machada en el partido de vuelta pero el choque acabó con empate sin goles y los muchachos de Sir Alex Ferguson obtuvieron el billete para la final de Moscú (derrotaron al Chelsea de Mourinho por culpa de un inoportuno resbalón de John Terry en los tiros desde los once metros). Ese partido de vuelta en Old Trafford, jugado en 29 de abril de 2008, aparece por un instante en la televisión de la taberna de "Looking for Eric", la película de Ken Loach. El protagonista, Eric Bishop, empleado del servicio postal y supporter del ManU, atraviesa una mala racha: su segunda mujer lo ha dejado tirado, sus hijastros están a un paso de la delincuencia y para colmo sigue perdidamente enamorado de su primera esposa. Con ese panorama la sombra del suicidio planea por su cabeza hasta que en ese infierno de vida se cruza un invitado inesperado: Eric Cantona.
El futbolista francés, idolatrado como pocos a orillas del Mersey, ejerce de Pepito Grillo particular a tiempo completo y gracias a sus consejos consigue que la vida del desgraciado cartero de un giro radical.
Cuando las cosas se ponían feas, ahí estaba L'enfant terrible para echar un cable y recuperar las ganas de vivir de Bishop. Mientras buzonean juntos la ciudad, los goles de Cantona iluminan la pantalla:
- ¿Te acuerdas del Sunderland? ¡Ahhhh, eso fue precioso, magnifique¡ Fue como un baile, una danza. Ese gol me dio cuerda para meses. Te llega tanto que se te olvida toda la mierda de tú vida durante unas pocas horas.
Más goles, las celebraciones parado en el terreno con aquel gesto desafiante mirando al tendido, la tribuna entregada al Dios, los nueve meses de sanción, todo pasa en apenas tres minutos de metraje hasta que la secuencia termina con Cantona soltando una frase para la posteridad:
- Es curioso, a veces nos olvidamos que sólo eres un hombre.
- No soy un hombre, soy Cantona.
Imperdible para los amantes del cine y del fútbol.
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