“Los colores de la montaña” es la ópera prima del director colombiano Carlos César Arbeláez que se llevó el Premio Kutxa en la sección Zabaltegi-Nuevos Directores de la última edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Será difícil verla en los circuítos más comerciales, pero como uno vive en Vitoria, y aquí hay Cines Florida y Guridi, puedo contaros algo sobre ella.
Se rodó en la región andina de la provincia de Antioquía (Colombia) donde la montaña es el hábitat perfecto para guerrilleros de las FARC, paramilitares con prima doble por cabellera cobrada y niños que juegan a la pelota en un pequeño potrero arrancado a mordiscos a la exuberancia de la selva.
De nuevo, fútbol y violencia se dan la mano en Colombia para contar, con una sensibilidad especial, una historia que empieza en el blanco del balón y acaba como casi todo por allá: teñida del rojo de la sangre.
El director la define así: “Podría decirse que es una reflexión de una parte de la violenta realidad colombiana, desde el sentimiento, desde la perspectiva de la infancia. El balón de fútbol sobre el campo minado, -un leitmotiv a lo largo del filme- es al mismo tiempo un símbolo de nuestra dura y absurda realidad, que a la vez tiene resonancias universales”.
Así es la película, un cuento de niños que sueñan con ser futbolistas de mayores (Manuel, el protagonista quiere ser portero) hasta que la nueva pelota de hexágonos blancos y negros se les cae en medio de un campo de minas. A partir de aquí, sus esfuerzos se centrarán en recuperarla por todos los medios, mientras las fuerzas extremistas que dominan el medio rural colombiano suman cadáveres a su causa.
Una última cosa: aunque la película es en castellano, los sutítulos son un alivio.
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