miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los primeros pasos

C.A. Boca Juniors
Darle vida a una nueva agrupación deportiva es una tarea laboriosa. Al principio todo es ilusión y altruismo entre los fundadores, que visitan las instituciones para recabar toda la información necesaria, completan no sé cuántos formularios y por fin, tras cumplir con todos los formalismos, se ponen a la faena de conseguir la dotación adecuada para los deportistas, elegir los colores representativos, diseñar el escudo y finalmente hacerse con un espacio para las prácticas entre semana y otro, algo más aseado, para recibir al adversario en las contiendas sabatinas o dominicales.
Puede parecer que este ingrato ejercicio es patrimonio exclusivo de los clubes más modestos, pero incluso los grandes, los más populares y populosos actualmente, han tenido que pasar por este espinoso trance.
He recopilado un puñado de artículos firmados por Emilio Dudelo en el semanario argentino Caras y Caretas para poner de manifiesto las penurias que pasaron algunas de las entidades más conocidas de Argentina en sus primeros días de vida. Empecemos por el principio.
Estamos en los primeros años del siglo XX y los estudiantes boquenses suelen reunirse los sábados y los domingos en cualquier baldío para darle puntapiés a la pelota imitando a los ingleses empleados del Ferrocarril Sur que venían haciendo lo propio en Banfield. Así empezó a nacer una sana rivalidad entre distintos grupos que se distinguían por el nombre de la calle en la que vivía el jugador que capitaneaba cada cual: estaban “Los de Brown”, “Los de Pedro Mendoza”, “Los de Brandsen” o “Los de La Madrid”. Y como es natural, también empezó a crecer la afición y llegaron los primeros encontronazos entre los que acompañaban a los muchachos. Nació la fanaticada, la barra brava, y esta se distinguía por el nombre del jugador más destacado y de más arrastre en el vecindario del barrio. Las más temibles fueron “La Barra de Frugonni”, “La Barra Stagneto” o “La Barra Tirolessi”.
Los partidos, que en principio eran disputas amistosas, empezaron a generar antagonismos, rencillas y una malsana competencia que apartó a algunos del camino. Esos mismos, los que se reunían cada tarde en un banco de la calle Solís en el barrio de La Boca para conversar de fútbol, decidieron rehacer el andamiaje, hacer algo nuevo y bien organizado que representara de forma más seria y sana a la afición del barrio. Allí mismo, en aquel banco, fundaron el Club Atlético Boca Juniors. Era el 3 de abril de 1905. Las vicisitudes vividas en aquellos primeros tiempos ponen de manifiesto que para llegar a lo que hoy en día es la entidad porteña aquellos pioneros tuvieron que sudar tinta china. En la asamblea extraordinaria del 20 de febrero de 1906 se trató un tema curioso:
“J.A. Farenga dice que, en vista de que un amigo suyo podría hacer las redes para los arcos, sin cobrar nada, pide que se compre el hilo necesario para ese objeto, lo que es apoyado. Esto último queda sin efecto debido a que el Señor J. Bricheto manifestó que iba a regalar el hilo necesario para el trabajo. El Señor Cerezo, a continuación, manifestó que iba a regalar las agujas para tejerlas, y el Señor P. Sana finalmente, manifestó que él iba a regalar unas redes, adecuadas para los arcos, con lo cual quedaron sin efecto las ofertas anteriores. Nuevamente, el Señor J.A. Farenga, pide la palabra para decir que él regalará las banderitas para los córners y también los tirantes transversales para los arcos”.
Chacarita Juniors, el equipo argentino asentado a un palmo del gran camposanto de Buenos Aires también sabe bastante de apreturas. Ya comentamos más arriba que en los albores del siglo pasado las cosas no eran fáciles para nadie en Argentina, y menos para un grupo de muchachos del barrio de La Chacarita. Ellos también se aventuraron con su club de football, juego conocido entonces como el de los ingleses locos. Su problema de partida fue otro. Para darle carácter formal a la institución decidieron reunir fondos para comprar el sello y tuvieron la brillante idea de “recolectar diarios en todas las casas del barrio. Fue una colecta fácil. Los diarios se tiraban, y allá iban en peregrinación, de puerta en puerta, los socios de Chacarita Juniors, solicitándolos. La colecta fue grande. Se reunieron varios kilos de papel, y el financista de la institución, Juan Faccio, procedió a la negociación en un comercio de Villa Crespo, obteniendo los tres primeros pesos con que se mandó hacer el sello de goma, que aún se conserva en el club.”
Con emblema que llevarse al pecho, se pusieron manos a la obra con la principal herramienta para el juego, pero “para la pelota no hubo dinero. El desengaño de los muchachos trascendió y el comisario de la sección 33ª, entonces un tal Sider, se compadeció de aquellos futbolistas y, con la condición de que jugaran un partido amistosos con el Club Defensores de Villa Crespo, del que se habían separado para fundar Chacarita Juniors, les obsequió una hermosa pelota que duró apenas los quince primeros minutos de juego pues, a consecuencia de un certero puntapié de Arístides Roncheri, “sonó” en medio de la cancha.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario